06 mayo 2007

La Espada en Japón

Según la mitología japonesa, la familia imperial es de origen divino, y su primer miembro terrenal fue el nieto Amaterasu, la diosa del Sol. Enviado desde el cielo para establecer el orden en la tierra, llevaba tres símbolos preciosos con él: una joya curvada, una espada y un espejo. Hasta día de hoy, estos tres símbolos son prendas imperiales.

Durante la era Heian (794-1150), el arte se cultivó y se llegó a un gran refinamiento en la literatura y las novelas poéticas. Sin embargo, es de observar que tales obras, escritas por aristócratas para aristócratas, nunca gozaron de una gran popularidad entre el pueblo en general. Sin embargo, en la era Kamakura (1185-1333), dominada por la figura del samurai, la literatura tomo un nuevo rumbo, representando frecuentemente las hazañas guerreras de los nobles héroes que jamás se separaban de sus espadas. Estos héroes, glorificados en este tipo de narraciones, se convirtieron pronto en modelo para toda la nación, por su valor y su comportamiento honorable, de modo muy similar a los caballeros andantes andantes representados en las narraciones de gesta de la Edad Media europea. Así, esta época de Kamakura llegó a ser conocida como la Edad Heroica del Japón, y las narraciones, lejos de ser tan solo un medio de entretenimiento, llegaron a forjar el caracter del pueblo japonés, especialmente por la manera en que el Bushido, o Código de Honor del los guerreros samurai, influenció la ética y la moral de esta nación.






La espada era el arma principal del guerrero samurai, y era el símbolo material o visible de su espíritu marcial. LLegó a ser tan importante su simbología, que, en los años posteriores, el privilegio de portar esta arma sagrada era reservado a los samurais nobles, aunque también hubo muchos hombres de cuna humilde que se abrieron paso a la gloria a través de sus espadas.

La espada era mucho más que una simple arma: era el objeto central de un complejo código de honor, y cumplía muchas y muy diversas funciones. Quedar separado de su espada significaba para el samurai la perdida de su honor. Después de una batalla, los soldados vencidos iban al templo del dios de la guerra, a preguntar "por qué sus espadas habían perdido su espíritu". Los guerreros samurai acostumbraban dormir con su espada al lado de la almohada; al nacer un samurai, se llevaba una espada a la habitación; y al morir, se colocaba una espada al lado de su lecho de muerte, o clavada sobre su tumba.

Además, se consideraba que la espada estaba imbuida con el espíritu de su portador, confiriéndoles a veces poderes sobrenaturales. Una leyenda cuenta de dos famosos forjadores, Muramasa y Masamune, que eran cai iguales en su destreza para forjar, pero no en su espíritu interno. Un día, Muramasa quiso comparar una de sus espadas contra una de Masamune. Este aceptó y llevaron las armas hasta la orilla de un río. Muramasa dijo: "observa lo que pasa al meter mi espada en el agua", y la metió con la hoja en contra de la corriente. Las hojas de los árboles que venían flotando por el agua se partían en dos al solo contacto de la afilada hoja. "Veamos que puede hacer tu espada", retó. Masamune sonrió y metió a su vez el arma que había forjado, de la misma forma que su adversario. Las hojas que flotaban sobre el agua le sacaban la vuelta al filo de su espada evitandolo. Muramasa aceptó su derrota, diciendo: "El espíritu de tu hoja es superior incluso al más afilado acero".

El zen, la forma de budismo japonés que derivó del budismo chan chino, también tuvo mucho que decir acerca del uso de la espada. Siendo de caracter religioso, el uso de la espada no se centraba en su técnica, sino en la correcta actitud del espíritu. El maestro zen Suzuki lo expresó de esta forma: "Generalmente se asocia la espada con el acto de dar muerte, y la mayoría nos preguntamos como puede relacionarse esto con el zen, que es una escuela budista de compasión. El hecho es que el arte de manejar la espada distingue entre la espada que mata y la espada que da la vida". Así, se puede decir que la espada puede ser empuñada por justicia o por destrucción. De nuevo, vemos que es del portador de la espada de quien depende su significado y el destino de su acción.


Extraido de:
La Espada de la Vida
Version de: Alfonso Araujo y Victor ruy Quijano
Ediciones: Luz de Oriente

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