Fudoshin
FUDOSHIN Y SU PERMANENTE VIGENCIA
Stephan M. Fabian (Extraido de http://www.furyu.com/archives/issue9/fudoshin.html)
FUDOSHIN: Siempre que alguien encara una situación difícil, puede desenvolverse naturalmente, con una mente impertubable.- Inoue Tsuyoshi Munetoshi, 18º soke, Hontai Yoshin Ryu.
El sonido de las copas entrechocándose se mezclaba con los buenos deseos del brindis típico de Año Nuevo. Trajes de noche, smokings y otros complementos típicos de las recepciones rodeaban a ministros, diplomáticos y sus esposas a la luz y alegría del salón de gala. De repente, una explosión sacudió a los invitados y la fiesta de ensueño se transformó en una pesadilla. Los cristales estallaron en pedazos bajo el fuego de los disparos, y los casi 400 invitados se precipitaron unos contra otros entre gritos enloquecidos. Las puertas del salón reventaron sobre sus cabezas al abrirse y los asistentes a la cena se arrojaron de cabeza al suelo. Los guerrilleros, armados y enmascarados, irrumpieron en la residencia oficial.
– ¡Al suelo! - gruñó el comando - ¡No levanten la cabeza si no quieren que se la vuele! - los gritos rondaban la histeria - ¡Silencio! ¡Silencio!
Siguieron más gritos y disparos, que dejaron la sala en silencio, interrumpido sólo por sollozos. Los fatigados guerrilleros apuntaron con sus armas a un solo hombre que permanecía de pie, claramente impasible a la violencia y confusión que les rodeaban.
Un guerrillero acercó el cañón humeante de su pistola al rostro de aquel recalcitrante rehén.
– ¿Usted quién es? -. El hombre encaró el arma sin estremecerse.
– Soy Morihisa Aoki, embajador de Japón – su voz sonaba fuerte y firme.- Estos son mis invitados, y están desarmados. Ustedes van a respetarles y no les harán daño.
Sobrecogidos, los guerrilleros vacilaron por un instante con sus dedos sobre los gatillos. Pero en su interior todos admiraron el valor de su prisionero. El líder del comando sonrió.
– De acuerdo. Nadie sufrirá daño -. Las armas bajaron y un suspiro de alivio salió de las gargantas de los rehenes.
La escena que describimos está basada en las crónicas de los periódicos peruanos durante la toma de la Embajada de Japón en Lima durante la recepción de Navidad, el 17 de diciembre de 1996, por la guerrilla Tupac Amaru. Aunque desconozco la educación o el entramiento del embajador japonés, es obvio que se trataba de un hombre que había aprendido a dominar sus pensamientos, sentimientos, palabras y actos. Había aprendido a dominarse a sí mismo, y había aplicado este dominio estratégica e inteligentemente para que una situación crítica y potencialmente trágica quedara bajo control. Al hacerlo, ejemplificó un poderoso estado de ánimo, una imagen de cómo funciona la mente del samurai, de los guerreros del Japón antiguo: el Fudoshin.
¿QUÉ ES FUDOSHIN?
La fuente de información sobre Fudoshin más famosa y mejor estructurada es la carta escrita por el sacerdote budista Zen Takuan al maestro de la espada Yagyu Munenori, de la conocida escuela Shinkage Ryu, a finales del s. XVII. La carta se titula en japonés Fudochi Shinmyo Roku y ha sido traducida de varias formas, aunque todas ellas conservan la síntesis del título como “el divino texto de sabiduría inamovible”.
La “inamovible sabiduría”, o Fudochi, expuesto tal cual por un sacerdote budista, es un concepto más bien paradójico. Como veremos, en su aplicación el término tiene la connotación de una mente que se asienta firmemente en su lugar y nunca se mueve.
Para ayudarnos a comprender, podemos referirnos a la edición del Takuan traducida y comentada por el fallecido Dr. Taizaku Suzuki, probablemente el más dedicado difusor del Zen en Occidente (Suzuki pgs. 95-108).
Suzuki relata y explica el tratado de Takua, que traduce como El misterio de la Prajna inamovible [prajna: del sánscrito Pajnaparamita], el concepto budista de la Sabiduría trascendental. Cuando Prajna se aplica de forma constante, se llega al estado de Buda, la iluminación definitiva. Takuan (y Suzuki) relacionan más adelante el Fudochi con el Guardián [del Dharma] budista Fudo Myo-O (en sánscrito, Acala-vidyaraja], El Inamovible, quien protege el Budismo [N. de la T. mejor el Dharma, la Ley Universal] con su túnica, su espada y su mirada fiera. Es el destructor de las ilusiones, indiferente a las seducciones de las atracciones mundanas. En su invencible imparcialidad Fudo Myo-O es la imagen constante, inconmovible por las tentaciones carnales. Las permanencia segura (por lo firme) en el estado iluminado se consigue manteniendo la mente imparcial, o sea, mente que no se detenga, que no se quede fijada en ninguna cosa. Esta paradoja del Zen, de una mente inamovible y al mismo tiempo siempre en movimiento, es definida por Suzuki directamente en un extenso comentario parafraseando a Takuan:
La idea principal de la carta de Takuan [...] consiste en preservar la fluidez absoluta de la mente (Kokoro, o alternativamente -SHIN], y mantener ésta libremente de las deliberaciones intelecutales y las intromisiones en los afectos de cualquier clase. Semejante nivel mental hace a ésta a la vez firme y en continuo movimiento, en flujo constante, sin detenerse nunca “en ningún punto, y siempre centrada, sin oscilar e inalterable ante cualquier vaivén, permaneciendo siempre una y la misma”.
La carta de Takuan al afamado maestro de la espada Yagyu [Munenori, N. de la T.], instructor del tercer Shogun Tokugawa, deja claro que conseguir esta mente imperturbable y “libre de cadenas”, es el corazón de la auténtica maestría. Aplicado a la disciplina del samurai, la mente, inmóvil e inamovible, es la que permanecerá libre de obstinaciones ni siquiera cuando sufra el corte de la espada del enemigo, o a causa de su propio ataque.
En tal estado mental, el samurai, espontánea, natural y eficazmente responde, sin vacilar un instante, “en un momento más breve que el ancho de un cabello”, en palabras de Takuan.
HALLAR EL FUDOSHIN
Para alcanzar este estado mental, así como la capacidad de erradicar los deseos y encontrar la respuesta [mental] adecuada, existe al menos una instrucción vital: ENTRENAR. Entrenar con dedicación, constancia y entrega. Este entrenamiento permitirá que las técnicas del practicante se conviertan en movimientos naturales y exactos. Los mismos movimientos que se hacen a diario como caminar, comer o lavarse los dientes, sin necesidad de conciencia ni control.
Más aún, mientras entrena para alcanzar este estado de maestría técnica en el que la práctica se transforma en la expresión externa de un “Arte sin artes”, el guerrero aprende a enfrentarse y a dominar sus dudas y temores. Lo logrará (como Fudo Myo-O en sus imágenes) purificándose en las llamas del trabajo duro, el examen intenso de sí mismo; y de la confrontación rigurosa con sus limitaciones y debilidades.
Que la imperturbable mente de Fudoshin era significativa para todos los bushi (los clanes guerreros) viene sugerido por Nitobe Inazo en su tratado Bushido: el alma del samurai, obra revolucionaria en su época. Aunque altamente idealista y en ocasiones tendente a la generalización en exceso, el libro de Nitobe es, a pesar de todo, el más antiguo tratado en lengua inglesa sobre el tan importante universo del Bushido: el código no escrito que abarca toda la vida de los guerreros que dominaron el Japón duante más de seis siglos.
Aunque Nitobe no se preocupa de distinguir ninguna evolución histórica de dicho código durante el largo periodo de mandado Shogun, o militar, formalmente entre 1185 y 1868, podemos suponer que el Bushido que él describe es una versión idealizada del final de esa época, bajo cuyas normas vivió él mismo y sus antepasados.
Expone Nitobe que “los tres pilares en que se basa la disciplina del Bushido son, según la voz popular, Chi, Jin, Yu: respectivamente, Sabiduría, Compasión, y Valor (pg. 94). En el cuarto capítulo, dedicado a este último, escribe a pie una nota:
La valentía se demuestra con la presencia y calma del ánimo: la tranquilidad es valor en reposo. Un hombre verdaderamente valiente siempre está sereno. Nada le coge por sorpresa; nada perturba la calma de su espíritu. En el calor de la batalla permanece tranquilo. En la niebla de la catástrofe, su mente se mantiene lúcida.
Nitobe se refiere aquí claramente a la cualidad mental del Fudoshin, aunque ésta no pueda traducirse en un solo equivalente inglés [ni español. N. de la T.], ni sustituida siquiera por un sinónimo en japonés. La representa como la esencia del significado de samurai, lo cual reiterará más tarde en su capítulo sobre el autocontrol (capítulo XI, pp. 104-105).
Para el bushi, el comportamiento tranquilo, la compostura de la mente, no deberían ser perturbadas por ninguna clase de apasionamiento.
Esta mente que permanece inalterada y en calma es la mima mente imperturbable, intocada y libre de cadenas sobre la cual instruía Takuan a su discípulo Munenori. Es el alama definitva de la maestría, alcanzable solamente a través del entrenamiento riguroso, la búsqueda de uno mismo y la forja del espíritu (seishin tanren) enfrentando y venciendo nuestros propios medios y debilidades.
Es importante comprender que cualquiera puede alcanzar la mente invencible del Fudoshin, y no solamente los guerreros del Japón feudal. Sólo ha de dedicarse, ya sea hombre o mujer, seriamente a alcanzarla. Y cuando se enfrente a otro, y a la vez a sí mismo, en combate a muerte, tendrá ocasión de alcanzar y aplicar Fudoshin.
Cualquier otro esfuerzo serio puede llevarnos también a la iluminación, incluido el zazen, la caligrafía, la ceremonia del té o el arreglo floral [los principios que relacionan éstas actividades y otros caminos de realización son objeto de un próximo artículo del autor].
Desconozco qué artes o vías estudió o practicó el embajador Aoki durante su educación. Pero su dominio resulta evidente, y merecidamente ejemplar para todos nosotros. Como dijo uno de los rehenes al ser liberado, “en una pesadilla de esta magnitud necesitas un héroe, alguien con una fortaleza especial... Eso es lo que el Embajador Aoki fue para todos nosotros” (fuente: Louisville Kentucky Courier Journal, miércoles 1-1-1997).
Este modelo de valerosa dignidad y liderazgo tranquilo es aplicación directa del Fudoshin, y es un ejemplo que aquellos que practicamos Artes Marciales tradicionales deberíamos hacer bien en imitar. Es un modelo para cualquiera, no sólo en situaciones de crisis, sino para mantener la dignidad y la rectitud cada día, con valor y honorabilidad. Un modelo para encarar los desafíos morales, las opciones personales, y los conflictos que surgen de nuestra relación con otros en nuestra vida diaria. Tal como expone y aplica Inoue Soke, actual decimoctavo jefe del Hontai Yoshin Ryu, y mi maestro de Jiujitsu y armas tradicionales, Fudoshi n es la “mente que no tiembla”, con la que deberíamos enfrentarnos a cualquier “decisión difícil” [comillas en el original]. Mientras los seres humanos tengan una situación difícil que aforntar, el Fudoshin seguirá vigente. Los guerreros japoneses y los maestros, hoy como ayer, mientras luchan por alcanzar la maestría forma y técnica, renoconen que tal maestría está inextricablemente ligada al dominio de sí mismo... pero es sólo a través del largo y desafiante proceso de dominar la vía de nuestra arte marcial como llegaremos a dominarnos a nosotros mismos. Las artes tradicionales, aprendidas a la manera tradicional, son medios genuinos para hacernos maestros de la forma, la técnica y el yo: caminos que enfatizan una práctica larga y constante; una templanza de los deseos y necesidades momentáneas; sinceridad en el proceso de autoconocimiento; y fortaleza interna para encarar y superar con éxito los desafíos día a día, año tras año.
AGRADECIMIENTOS
Mi gratitud sincera para Inoue Soke y otros Sensei y Senpai del Dojo Imazu, en Nishinomiya, por su excelente y dedicada instrucción marcial y su ejemplo en mi vida diaria. A Wayne Munemoto y H.E. Dayeg por sus útiles comentarios, así como a este último por su profusa y estética caligrafía.
Una versión más antigua de este artículo aparece en el boletín de la Asociación de Artes Marciales Shudokan.
Encontrado en el Blog del Sr Franck Cengizalp http://chroniquesmartiales.blogspot.com/
Extraido de http://www.furyu.com/archives/issue9/fudoshin.html
Traducido por Arancha Ferrero